El papel de la genética en la historia reciente
El papel de la ciencia en la defensa y promoción de los derechos humanos, y específicamente, en la identificación genética de los niños secuestrados por la última dictadura militar
Es importante analizar el papel de la ciencia en la defensa y promoción de los derechos humanos, y específicamente, en la identificación genética de los niños secuestrados por la última dictadura militar. La ciencia no es una entidad abstracta, sino que surge de la actividad de los hombres en la sociedad. El tipo de preguntas que se plantean y el tipo de respuesta que se favorecen dependen no sólo del estado de desarrollo del conocimiento, sino de los intereses que motorizan la investigación científica. Por lo tanto, la ciencia no es "neutra", sino que está influida por las relaciones políticas y económicas que se dan en la sociedad, y a la vez influye sobre estas a través de sus aplicaciones.
La genética humana es un buen ejemplo para ver cómo las concepciones científicas varían de acuerdo con el desarrollo histórico-social y político-económico. En efecto, el desarrollo del conocimiento de las características genéticas humanas ha estado influido a lo largo de la historia reciente por prejuicios y mistificaciones generadas por las tendencias políticas y sociales del momento. A comienzos de este siglo, las concepciones racistas y elitistas prevalentes en Estados Unidos impulsaron la promulgación de leyes que permitieron la esterilización involuntaria de decenas de miles de personas catalogadas como "asociales", "retardados" o "defectuosos". Es triste recordar que estas prácticas fueron impulsadas por los más connotados genetistas de la época, que sin embargo se basaban en preconceptos y prejuicios totalmente infundados para sus conclusiones. Lo rudimentario del conocimiento de la genética humana en esa época no fue obstáculo para que estos científicos afirmaran muy sueltos de cuerpo que el retardo mental, el alcoholismo, la "vagabundería", etcétera, eran hereditarios y por lo tanto se debía esterilizar a aquellos afectados para prevenir la difusión de esos males.
También en Estados Unidos en las décadas del 20 y del 30 se decía que las razas eslavas y los grupos humanos provenientes del sur de Europa eran "genéticamente inferiores" con respecto a los provenientes del norte de Europa. Así surgieron leyes de restricción a la inmigración para los grupos humanos "inferiores", basados en estos conceptos pseudocientíficos, pero que tenían gran ascendiente en los genetistas de la época.
Los países de América Latina no fueron inmunes a estas concepciones racistas y clasistas. Efectivamente, en las décadas de los 20 y los 30, en la Argentina, Brasil y México ocurrieron discriminaciones basadas en pseudoteorías de razas "inferiores" y de atribución errónea de carácter hereditario a problemas sociales como el alcoholismo, la sífilis, la violencia, etcétera. La restricción inmigratoria a grupos étnicos "indeseables" fue una práctica común en América Latina durante esa época. Finalmente, a mediados de la década del 30 y durante la Segunda Guerra Mundial se cometieron las atrocidades más abyectas usando la genética como doctrina. La Alemania nazi enarboló la bandera de la pureza racial, basada en la ignorancia y la tergiversación de los principios de la genética, para esterilizar primero, y asesinar después, a miles de enfermos con padecimientos rotulados como hereditarios, muchas veces erróneamente. Y luego vino el exterminio de judíos y gitanos, también bajo la premisa de que eran genéticamente inferiores. Para la ciencia de la genética fue gravísimo que fueran justamente los genetistas más connotados de Alemania los que impulsaran y convencieran a los políticos de la justeza de sus apreciaciones, y contribuyeron así a darle una fachada científica al genocidio.
Luego del triunfo aliado, el desprestigio de la genética humana fue tan grande que demoró varios años en recuperarse. Habiéndose despojado de su elitismo, racismo y arrogancia, la genética se fue recuperando progresivamente, y en las últimas dos décadas hemos sido testigos de avances impresionantes en el conocimiento de la constitución genética del ser humano y de la técnica de estudio del material hereditario. Una de las aplicaciones de estos avances ha sido el perfeccionamiento de las técnicas de identificación humana, que se están utilizando cada vez más para resolver problemas de violaciones a los derechos humanos. Me refiero, en primer lugar, al estudio genético de restos humanos que permite la identificación al comparar su material genético con el de los posibles familiares, y que complementa la metodología de la antropología forense que con tanta habilidad y humanidad ha empleado el Equipo Argentino de Antropología Forense en casos resonantes. Y en segundo lugar, me refiero a lo que nos está convocando aquí hoy, es decir, a las técnicas para establecer relación de parentesco (paternidad, abuelidad) basadas en el análisis de marcadores genéticos, gracias a las cuales se ha podido identificar a un gran número de niños secuestrados por la última dictadura militar.
Al analizar la interrelación entre la ciencia y el tema de los niños desaparecidos, se ven claramente las influencias recíprocas. Cuando las abuelas Chicha Mariani y Estela Barnes de Carlotto me preguntaron en Nueva York, en 1982, si era posible probar la identidad de niños cuyos padres estaban desaparecidos contando sólo con posibles abuelos y otros parientes colaterales, estaban haciendo un reclamo de la sociedad a la ciencia de la genética. Una realidad social estaba generando una respuesta de ciencia.
Cuando les respondí que sí, que la ciencia podía tener respuesta a sus reclamos, yo era consciente de que para pasar de la posibilidad a la realidad había que investigar, pues esa situación era inédita en el mundo. El desafío que significó para nosotros este reclamo de Abuelas, se vio plasmado unos meses después en la identificación y restitución de la primera de estas víctimas: Paula Logares.
Y esto permitió que la genética humana, que durante mucho tiempo estuvo al servicio de intereses retrógrados y de muerte, se pusiera ahora al servicio de la vida. La ciencia les debe entonces a Abuelas habernos posibilitado a los genetistas socialmente conscientes engrosar el lado de las cosas buenas de la genética.
Es también gracias al trabajo de los genetistas en este tema que se ha podido educar a la sociedad y desmitificar el sentido profundo que tiene las similitudes y las variaciones genéticas de los seres humanos. Esta es otra influencia positiva que ha tenido el trabajo de Abuelas en este campo de defensa de la dignidad humana. Por otra parte, la genética como disciplina se ha beneficiado de la interacción con otras disciplinas como la psicología y el derecho. De esta manera, se ha contribuido a una visión integral y multidimensional del ser humano, tanto en su individualidad como en sus relaciones familiares y sociales.
Las técnicas de identificación genética se basan en establecer las probabilidades relativas de que una similitud genética entre individuos se deba a relación de parentesco o, en cambio, al azar. En el mejor de los casos, se puede concluir que un niño es nieto de determinados abuelos con una certeza de 99,9%, pero nunca del 100%. Además, estas técnicas son muy poderosas, pero no infalibles, y existe la posibilidad de error en cada paso. La responsabilidad del científico es trabajar con el máximo rigor para hacer que el riesgo de error sea casi nulo. Esto se ha logrado con el trabajo en equipo y la colaboración internacional.
Un último aspecto merece comentario. Si bien la identificación es un campo para la ciencia, la aceptación de los resultados de los análisis y las acciones consiguientes son un terreno de lucha político, legal y social.
Permanentemente la sociedad está siendo bombardeada por los voceros de los apropiadores de niños, pretendiendo desacreditar la validez de los análisis genéticos. Esto merece una respuesta categórica de los científicos: cuando están correctamente realizados y rigurosamente controlados los análisis son absolutamente válidos con la certeza de la probabilidad que señalan. Esto es reconocido por los tribunales de todos los países en los que la Justicia es independiente e inteligente. El corolario es que no basta con producir datos científicos válidos. Además, hay que luchar para que estos resultados sean respetados y la Justicia obre en consecuencia, restituyendo la identidad de los niños, liberándolos de las relaciones perversas en manos de sus apropiadores y restituyéndolos a sus familias legítimas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario